Objetivo

El objetivo de este blog es compartir textos que puedan ser útiles en todas las ramas del conocimiento cristiano, sobre todo, aquellos que conciernen a nuestros tiempos y crear en la iglesia de Jesucristo, una educación acorde con el propósito de las Escrituras. Como creyentes, hemos sido llamados para dar razón de nuestra fe hacia quienes no conocen de Jesús y más que todo, quienes contienden contra ella. Por supuesto, la intención es prepararnos en el conocimiento de la Biblia para brindar respuestas concretas a los asuntos del siglo XXI, mediante artículos de interés con estilo académico que sean de edificación para sus vidas.

jueves, 24 de junio de 2010

Biblia y realidad social (II)


Como mencionamos anteriormente, el ministerio social de la iglesia sigue siendo una cuestión de carácter secundario para la teología tradicional. No obstante, el Nuevo Testamento es claro cuando los apóstoles tienden hacia el equilibrio entre los dones que representan la palabra y los otros con el servicio, donde el ejemplo de los siete varones nos sirve para meditar en el asunto.

Asimismo, la iglesia primitiva no hacía la dicotomía entre el ministerio de la palabra y el servicio, porque ambas funciones subyacen juntas. Llama la atención que uno de los siete varones es Esteban, que llegó a ser diácono de la iglesia de Jerusalén, pero fue lapidado predicando el evangelio y da a entender que es un servidor que cumple con la promulgación de la palabra. Este papel lo desempeña también Felipe, un evangelista que se convirtió en diácono.

Los discípulos entendieron que ambos ministerios no debían ser visto maniqueamente, sino que están mezclados entre sí como parte de la dimensión integral del evangelio. Los apóstoles no solamente cumplían con sanar a los enfermos, llevar el mensaje, echar fuera demonios y enfrentarse a las autoridades por esas razones; comprendieron que también es necesario la ayuda social para la comunidad que venía a escucharlos, por lo que no escatimaron esfuerzos en proveer ayudas para las viudas de los hermanos griegos.

El dualismo entre los dos ministerios no existió en el Nuevo Testamento y tampoco debe ser así en la iglesia moderna. Como cristianos, hemos sido llamados para anunciar las buenas nuevas a los no creyentes, pero también a mostrar compasión y actitud de servicio a quienes lo necesitan y padecen sufrimiento. Jesucristo y los apóstoles no dividieron ambos campos de acción como dos asuntos separados per se, sino que las juntaron para anunciar el evangelio con todo su ímpetu.

El nombramiento de siete varones como diacónos deja entrever que es necesario contar con sabiduría para el servicio. Ésto se debe a que dicho ministerio está expuesto a los problemas, las quejas y los abusos; es proclive a generar descontentos entre los hermanos ya sea porque la cantidad es irrisoria, el trato es desigual hacia algunos u otras cosas. ¿Por qué tales requisitos? Los resultados de escoger hombres con esas características, sin separar ambos ministerios, provocó el crecimiento de la iglesia en Jerusalén que hasta los sacerdotes del templo (los mismos que crucificaron a Jesús) se convirtieran al evangelio. En eso consiste el crecimiento de la iglesia: doctrina, poder y servicio.

No estoy diciendo que se requiere volcar todos los esfuerzos a las obras de caridad y enfocarse en la lucha contra la pobreza, sino mirar a la iglesia en el sentido de un grupo de hombres y mujeres que han sido cambiados por aceptar a Cristo en su corazón, preocupados por compartir el mensaje de salvación a quienes sufren, padecen persecusión o necesitan del amor de alguien; sobre todo en este contexto latinoamericano, donde millones de personas viven en las penurias de la miseria, marginados en los suburbios de las ciudades y olvidados por la sociedad; pero se necesita que ambos ministerios se funden en uno o ¿usted ha visto un pájaro volar con un ala y hacerlo sin complicaciones?

Con todo esto, la Biblia constituye la guía para desarrollar el ministerio social dentro de la iglesia y el ejemplo de los apóstoles en el Nuevo Testamento lo es; por supuesto, hay diferencias entre aquellos tiempos y los nuestros, pero la esencia del evangelio sigue siendo la misma y no cambia a través de los tiempos. Tampoco necesitamos servir a los necesitados según las teorías de Marx y Engels, la teología de la liberación ni otras corrientes filosóficas; pues las Escrituras bastan para encontrar el manual para servir en la congregación.

El apóstol Pablo sigue ilustrando el servicio a los hermanos más necesitados de la iglesia cuando viaja a Jerusalén: "Por ahora, voy a Jerusalén para llevar ayuda a los hermanos, ya que Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los hermanos pobres de Jerusalén. Lo hicieron de buena voluntad, aunque en realidad era su obligación hacerlo. Porque si los gentiles han participado de las bendiciones espirituales de los judíos, están en deuda con ellos para servirles con las bendiciones materiales." (1)

Como aprecian, el espíritu de la iglesia primitiva se movía por la buena voluntad de los creyentes en ayudarse los unos con los otros y representa una obligación para nosotros también. Actuar llevados por el egoísmo, la ambición y la apatía por la necesidad del otro no es expresar lo que Cristo nos ha enseñado, sino hacer todo lo contrario a lo que él decía. No podemos actuar en la noción de competencia que nos enseña el mundo posmoderno, donde cada uno hace lo suyo para cumplir con sus fines personales; si vemos que hay una congregación pidiendo ayuda, no titubear dos veces y actuar inmediatamente.

De nuevo, Pablo sigue apreciando el compañerismo entre sus hermanos judíos con el requisito de que se acordaran de los más pobres, ayudando con esmero para cumplir esta labor. Él dice: "En efecto, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados columnas, al reconocer la gracia que yo había recibido, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de compañerismo, de modo que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, y eso es precisamente lo que he venido haciendo con esmero". (2)

El apóstol Juan tampoco se queda atrás y amonesta contra aquellos que dicen amar a Dios, mientras un hermano en la iglesia está pasando por una necesidad, tal acción no muestra el amor hacia el Señor: "En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad". (3) Más claro, no puede ser.

Continúa el apóstol Pablo insistiendo en el deber de servir a los demás de todo corazón, sin codiciar nada y demostrar el ejemplo de Jesucristo: "No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: "Hay más dicha en dar que en recibir." (4)

Y si seguimos leyendo el Nuevo Testamento, nos daremos cuenta de que pone énfasis para ayudar también a los huérfanos y a las viudas. Pablo aconseja a Timoteo en la manera cómo debe ayudar a estos dos grupos, teniendo en cuenta que el ministerio de servicio desencadena abusos de las personas que lo requieren y por eso es menester que hayan reglas estrictas sobre la administración de los recursos acordes a la Palabra de Dios. Sencillo, pero realista: que si la viuda tiene familia que ésta se encargue de ella, que la viuda joven se vuelva a casar y a la viuda chismosa no darle nada. Estas son algunas medidas que tomaban en la iglesia primitiva. (5)

No obstante, el panorama es desolador en América Latina donde la pobreza hace parte del menú de este sistema social. Alguien diría que aquellas medidas serían simplistas en nuestros tiempos y tienen algo de razón, pero algunas de ellas nos pueden servir siquiera para comenzar a trabajar en la iglesia local, con los hermanos más necesitados. Estoy seguro de que hay hermanos en la congregación que llegan a los servicios, pero que están pasando por penurias económicas y no nos damos cuenta de su situación. Espero que no sea tarde para luego arrepentirse, pues hay personas que asisten a la iglesia que luego se van iendo poco a poco porque la grey no se preocupa por ellos, cuando nuestra responsabilidad es velar por ellos.

Hay que cambiar esa costumbre de ir a la iglesia sin conocer a la persona que está a tu lado, es necesario que los miembros se conozcan mutuamente y oren los unos por los otros por sus necesidades. La iglesia debe ser la primera que se entere de los problemas de esas personas y les brinden toda la ayuda para socorrerlos oportunamente, no solamente colocando las peticiones en los sobres de diezmos y ofrendas. Es posible que desarrollando el ministerio social en la iglesia cristiana, se logre también su crecimiento y cumplir con los mandamientos de Dios.

(1) Romanos 15: 25- 27
(2) Gálatas 2: 2- 10
(3) 1 Juan 3: 16- 18
(4) Hechos 20: 33- 35
(5) 1 Timoteo 5: 1- 16

Seguiremos con el pensamiento de Jesucristo sobre la pobreza y cómo se adapta a la visión integral del evangelio.

miércoles, 23 de junio de 2010

Biblia y realidad social


Otro de los temas que poco a poco ha despertado el interés de las iglesias evangélicas, sobre todo en América Latina, ha sido la preocupación por la realidad social y la manera cómo pueden dar respuestas frente a los acontecimientos del mundo actual. Sin embargo, todavía sigue siendo una cuestión de segundo plano, poniendo a un lado el análisis de la Biblia, que nos tiene mucho que decir al respecto.

De todos modos, permítaseme hablar del ministerio social de la iglesia, que debe hacer su campo de acción más visible para producir más impacto en el mundo contemporáneo.

Nuevo Testamento y ministerio social

El epicentro del ministerio social de la iglesia lo asimila el apóstol Pedro al decir que "cada uno dé según el don recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén". (1)

Más claro no puede ser Pedro al decir que la iglesia tiene un ministerio dado por Dios que debe ser impartido según su multiforme gracia, es decir, que hay distintas maneras cómo el Señor puede actuar que es a través de los dones y cada persona actúa conforme al que se le ha dado, sin despilfarrar lo que por gracia ha sido recibido. Así como Pablo habla de la iglesia como un cuerpo con diferentes miembros, también Pedro asimila esta noción para que haya edificación entre los miembros de la congregación.

Establece la forma básica del ministerio en la iglesia cristiana: los que hablan la Palabra y quienes la ministran. En cuanto al segundo, la palabra que emplea el apóstol Pedro es la griega diaconía que significa generalmente servicio -utilizada también por Jesucristo- y el Nuevo Testamento apunta precisamente al servicio como la actitud para suplir las necesidades de las personas. Aún así, la iglesia moderna ha olvidado la esencia de la "diaconía" y vuelca todos sus esfuerzos solamente al estudio de la Palabra.

Para tal efecto, existe mucha bibliografía para que los creyentes aprendar a dar los sermones, material para dar prédicas y estrategias de evangelización. Todo lo concerniente al ministerio de la palabra está bien arraigado dentro de la iglesia, pero el de servicio queda relegado al vagón trasero como un asunto de poca importancia. La teología tradicional enseña sólo una parte de la misión cristiana del Nuevo Testamento, pero opaca su visión integral tal como la aborda.

Si miramos con lupa de detalles, el Nuevo Testamento posee suficientes versículos que expliquen la visión social del cristianismo (para ser más exactos, son por lo menos 134) e irónicamente no se entiende como un asunto tan visible quede relegado a tales instancias. La iglesia cristiana debe desempolvar las Escrituras para darse cuenta que el mensaje de Jesucristo presenta una perspectiva integral, donde no solamente es saciar las necesidades del alma, sino en toda su dimesión humana.

Como mencionamos anteriormente, el apóstol Pablo hace referencia al ministerio de la iglesia cristiana como Pedro. Específicamente, la enseñanza de la iglesia como un cuerpo toma sentido cuando esgrime sobre los dones espirituales que el Espíritu Santo reparte a cada uno de los creyentes; en su carta a los Romanos afirma "porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el don de profecía, úsese conforme a la medida de fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza, el que aconseja, en la consejería; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría" (2)

Nótese que Pablo no sólo hace énfasis en que todos los miembros sean aptos para la enseñanza, sino para el servicio dentro de la iglesia. Vuelve a aparecer la palabra diaconía y consiste en suplir las necesidades físicas de las personas. Más adelante, el apóstol menciona el don de repartir con liberalidad que es ayudar en las necesidades económicas de los creyentes, dando paso también al que preside, creyente que lleva a cabo las metas de la congregación y vela para que las actividades se cumplan cabalmente. Luego, quien hace misericordia es aquel que se presta como mano amiga a los que sufren y les ayuda.

Como van las cosas, la suma total de seis dones espirituales queda equilibrada con tres en el ministerio de la palabra (profecía, enseñanza y consejería) y otros tres con el de ministrar (servicio, repartir con liberalidad y hacer misericordias), mientras queda uno para ser intermediario entre ambas. No obstante, la iglesia moderna no busca ese punto de equilibrio porque centra su atención en la ortodoxia, pero descuida los ministerios que se vinculan con la praxis.

Y no se entiende porqué si hay hermanos que han sido llamados para el ministerio de servicio y cuentan con esos dones del Espíritu Santo ¿por qué la iglesia moderna no le da la importancia que sí le dan los apóstoles Pedro y Pablo? El meollo de este asunto nos lleva al pragmatismo: tenemos la percepción de que los dones de la palabra dan resultado y es la cúspide para desarrollar el mensaje de Jesucristo al mundo. Existe la visión tradicional de seguir formando líderes aptos para la enseñanza, que todo es el estudio de la doctrina y máxime ganar almas para Cristo.

Asimismo, el ministerio social de la iglesia se mira como algo secundario, que sólo depende de las ofrendas que den los hermanos voluntariamente y que se acostumbra a la gente necesitada a ir para llenarle su estómago o su bolsillo. No estoy diciendo que se deba dejar a los hermanos morir de hambre ni seguir asistiéndole económicamente, pero cuando empiezan los abusos, las labores sociales se suspenden indefinidamente.

Pero ¿qué pasa cuando se realizan campañas de evangelización y son pocos los que se convierten a Cristo? ¿Debemos dejar de llevar la Palabra a los no creyentes? No lo hacemos y sólo sugerir tal cosa es descabellado. Si cuando surgen las adversidades y no vemos que nuestra labor tenga éxito, seguimos insistiendo para que Dios actúe ¿por qué se desiste tan rápido en el servicio, si también es un mandamiento divino? Así como lo hacemos en el evangelismo, también es aplicable para el ministerio social.

Miremos el siguiente caso: "en aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, porque las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas, busquen a siete hermanos entre ustedes, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encargamos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Félipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecián a la fe". (3)

Me imagino a los apóstoles hoy en día examinando la manera cómo muchas iglesias afrontan una situación similar y la cara sería de sorpresa. He ahí el parámetro para buscar el equilibrio entre el ministerio de la palabra y el de servicio. Lo más probable es que la distribución consistía en alimentos y especias, pero los griegos no vacilaron en hacerle reclamos a los doce por la mala administración de los recursos. Como no se podía descuidar la enseñanza de la palabra y la oración, lanzaron esa propuesta que recibió acogida en la multitud para que hombres llenos del Espíritu Santo se encargaran del problema.

Por supuesto, las iglesias no pueden convertirse en centros comunitarios para alimentar a los más necesitados, pero tampoco esperar a que los gobiernos se encarguen de esa labor. Los doce optaron por ser prácticos y disponer de otros hombres que administraran los suministros para la iglesia local. Asimismo, el pasaje hace hincapié en tomar varones llenos del Espíritu Santo y de sabiduría ¿por qué? para dar buen testimonio y que sepan hacerlo tanto para los creyentes como para los de afuera, sin que los motivara razones ajenas y egoístas.

En la próxima entrega, seguiremos hablando del ministerio social acorde al Nuevo Testamento y estudiar el mensaje de Jesús enfocado en esa dimensión.

(1) 1 Pedro 4: 10-11
(2) Romanos 12: 4-8
(3) Hechos 6: 1-7

jueves, 17 de junio de 2010

La "teoeconomía", Reforma y Biblia (II)


Max Weber y la Iglesia Católica

El capitalismo, sin duda alguna, cambió la forma cómo los países han realizado sus actividades económicas tales como el comercio y la producción de bienes. No obstante, es menester analizar como la acumulación de capital, el uso de la propiedad privada, y la libre empresa -tal como es en la actualidad- se derivan de su concepción original en pleno apogeo de la Reforma Protestante. Lo que también se quiere esclarecer es si el capitalismo, según la concepción de Calvino, puede considerarse la raíz de todos los males, o si es el amor al dinero y la avaricia que existe en la humanidad quien causa esos problemas.

El filósofo alemán Max Weber fue uno de los primeros en exponer la manera cómo el calvinismo y el pietismo influyeron en las ideas capitalistas. Según él, los protestantes entendieron que el trabajo es una actividad sagrada y una garantía de seguridad para la salvación y la predestinación de Dios. Contempla que el "espíritu capitalista" nace también más allá del trabajo bien hecho tal como lo hacían los protestantes y que otros acontecimientos marcan el desarrollo del capitalismo: la formación de las ciudades-estados, el establecimiento de la burguesía, los avances científicos y la razón dentro de la filosofía. Bajo esta perspectiva, la Reforma es un motor que está ligada a otros factores históricos para que las naciones adopten el capitalismo como su sistema económico.

Otra cosa que se debe tener en cuenta, es que no es del todo cierto que en la Edad Media existía un espíritu cooperativo entre todos los estamentos de la sociedad, criticando así el individualismo que general el capitalismo. Si es así, entonces ¿por qué la transición del Medioevo hacia el Renacimiento no genera cambios abruptos de este paradigma? Veamos.

Primero, si lo miramos desde el punto de vista social, la Iglesia Católica, los gremios económicos y el pueblo sí trabajaban en unión, pero eso no es garantía para aseverar que la sociedad mantenía ese espíritu cooperativo, debido a que gran parte de las riquezas y las ganancias de la producción llegaban a manos del clero, mientras los vasallos (la gente) pagaba feudos o tributos a sus señores a cambio de protección. Así también, los únicos que accedían a la educación eran los representantes eclesiásticos que, a su vez, impartían la enseñanza religiosa a todo el pueblo.

Segundo, los reformadores no se alejaron totalmente de los planteamientos de la Iglesia Católica, porque Juan Calvino y Martín Lutero siguieron defendiendo el "precio justo" que proponían los escolásticos y la no obtención de préstamos para las personas que necesitaban solventar alguna desgracia. Así también, la Iglesia de Roma llegaba a ser beneficiaria de las ganancias obtenidas en la producción de la tierra, como también a través de las ventas de indulgencias que sí criticó Lutero en sus 95 tesis. El lucro del clero católico se basaba precisamente a costillas de la pobreza generalizada de gran parte de la población europea.

Paradójicamente, la Iglesia Católica mantuvo firme su posición de condenar la usura a los mercaderes, la banca, y los nuevos comerciantes que empezaron a acumular capital; mientras que sus acciones lucrativas sí eran bien vistas. Aún así, la llegada del Renacimiento marca el inicio de la secularización de las actividades comerciales de los empresarios que tomaron el espíritu capitalista y el florecimiento del comercio. Luego, la Reforma Protestante ayudó a parte de Europa a desligarse de las costumbres y la autoridad impuesta por la Iglesia de Roma, más allá de que los países que adoptaron los valores protestantes lograron mayores posibilidades de implementarlos, logrando prosperidad económica para sus naciones.

El pensamiento de Juan Calvino

Juan Calvino fue uno de los reformadores más influyentes para el desarrollo del protestantismo en Europa; aún así no escribió formalmente obras en las diversas áreas del conocimiento, pero logró influir en varias de ellas. Siempre apuntó al gobierno de Dios, concibiendo que la desobediencia del ser humano es el punto de partida para la desviación de la línea de autoridad horizontal de su concepción original, así como la corrupción y el pecado llegan a hacer parte de la naturaleza del hombre, por lo que sólo un regreso a su Creador lo libra de tal estado.

Afirma que la autoridad de Dios también está vinculada con el trabajo y todas las actividades humanas giran en torno al Señor, dado que nuestras vidas están creadas para hacer su buena voluntad. Además, alega que la multiforme gracia de Dios ha colocado diferentes talentos en las personas y que debe trabajar en aras de dar frutos según su profesión, para luego darle cuentas al Creador de su gestión. Coincide en que la prosperidad hace parte de una bendición, pero amonesta contra la acumulación de riquezas con fines personales y olvidarse que Dios es nuestro sustento.

El reformador francés establece que la propiedad privada adquiere importancia en la medida de que el Estado no interfiera en las posesiones de los demás, pues toda persona tiene derecho a tener posesiones. Según él, el Estado debe regular las acciones del sector privado cuando afectan el bien público de la nación, vigilar las actividades comerciales y financieras, también fijar leyes anti-monopolios que impidan la democracia y el pluralismo de las empresas dentro de la economía.

Asimismo, Calvino se muesta distante de la concepción de Adam Smith, debido a que el ser humano busca interactuar en la política y la economía para hacer la voluntad de Dios (mas allá de la obtención de riquezas, el lucro y el progreso económico), por lo que es importante buscar el punto de equilibrio entre estas dos actividades y una vida cristiana que tenga a la Biblia como garante de todos los principios.

El trabajo se considera como fuente de riqueza y de felicidad para los seres humanos (Salmo 128: 2) (Proverbios 10: 4), haciendo énfasis en que las personas trabajen dignamente para que disfruten del fruto de sus manos y poner el pan en la mesa. El reformador cree que la pereza y la desidia hacia el trabajo como lo relata el apóstol Pablo (2 Tesalonicenses 3: 10) está condenada por Dios, sin llegar a concluir que por fría lógica se permitieran a los holgazanes morirse de hambre.

Su visión social se orientaba a ayudar a los más pobres (sobre todo a los de la familia de la fe), tal como lo hacían en la iglesia primitiva, recibiendo ayudas económicas y préstamos sin ningún tipo de intereses. Cree que los bienes son dados por Dios para ser cabalmente administrados y compartidos con los más desfavorecidos; sigue ilustrando que los primeros cristianos actuaban con amor y compasión para los necesitados de su congregación, puesto que la escasez constituye un obstáculo para la fe y opaca el ejemplo de Cristo para todos. Así también, aboga por un pago de salarios equitativo donde sean tenidas en cuentas las necesidades de los trabajadores y así que los señores cumplan con ellos, pues es un Dios que debe ser acatado sin cuestionar.

Queda corroborada la tesis de que el desarrollo del capitalismo según los principios de la Reforma Protestante -por ende de la Biblia- impulsó la prosperidad económica, la reducción de la pobreza y mayores niveles de educación, ciencia y cultura; así como también se desvincula con los postulados del capitalismo que esgrimirán autores posteriores a Juan Calvino.

En la próxima entrega, seguiremos hablando del pensamiento económico de Juan Calvino y la manera cómo otros autores concibieron el capitalismo, conduciéndonos hacia el amor al dinero como la raíz de todos los males.

martes, 15 de junio de 2010

La "teoeconomía", Reforma y Biblia.


Aunque la Biblia no defiende a capa y espada ninguna ideología económica, los principios de economía que propugna han quedado demostrados a través de las naciones que han adoptado los postulados de la Reforma Protestante y han entendido que la prosperidad de sus pueblos depende intrínsecamente de ellos, donde la historia así lo confirma.

La Reforma Protestante y la economía

El capitalismo en sus inicios surgió en el Renacimiento, ya en la Baja Edad Media y cuya cuna fue Florencia, Italia. No obstante, la acumulación de capital, el uso de la propiedad privada y las operaciones mercantilistas aún eran incipientes; peor cuando su espíritu fue opacado por el dominio de la religión católica y se trasladó a las naciones que adoptaron los postulados de la Reforma.

Precisamente, uno de los factores donde los reformadores hacen hincapié para contrarrestar los dogmas del catolicismo es la manera cómo la Iglesia no hace uso equitativo de sus bienes y se enriquece a raíz de la imposición de ciertas doctrinas -sobre todo las indulgencias- en los países que están a su merced. Esta manera de administrar sus recursos fue criticada tanto por Juan Huss como por Martín Lutero, que proponen un retorno al cristianismo de la era apostólica y las bases que definía la Biblia.

Con la llegada de la Reforma en el siglo XVI, el mapa europeo se divide entre los países que siguen a merced del Papa y aquellos que acogieron las ideas del protestantismo. Lo que resulta irónico es que Europa también llega a tener países que prosperan económica y políticamente, mientras otros presentan signos de atrasos y mantuvieron su statu quo.

En los países reformados se eliminaron las cargas impositivas para subir los impuestos y se masifica el uso de la propiedad privada, dando nueva dinámica a la economía, sobre todo en Inglaterra donde los puritanos le dieron un auge a esta nación que se convertiría en potencia mundial hasta la Primera Guerra Mundial. Por otro lado, los protestantes le dieron una valoración positiva al trabajo, el emprendimiento, el buen manejo de las finanzas y el ahorro.

Sin embargo, las naciones católicas se fueron por el camino contrario. Los países adscritos al Papado siguieron fieles a su disposición, manteniendo las ayudas para los Estados Pontificios, el despilfarro de las finanzas (excesivo gasto público), el trabajo se considera indeseado (los españoles, por ejemplo, se conformaron con las ganancias que traían desde sus colonias en América) y la libre empresa fue mal vista.

El caso de España lo ilustra todo. Tras llegar a convertirse en una potencia mundial, los ibéricos empezaron a languidecer con varias crisis económicas y así a perder su hegemonía, mientras que la pobre y pequeña Inglaterra asumiría como la nación que se emanciparía hacia la cima. ¿Por qué? La respuesta nos conduce a la cosmovisión religiosa de ambas nacionaes: España siguió con los patrones de la Iglesia Católica y sólo hasta el siglo XVIII se hicieron reformas serias en materias de la educación y la economía. El rey Carlos III, por ejemplo, decretó que el trabajo manual deja de ser indigno en la Corona española, un siglo más tarde que los países reformados.

Asimismo, la tesis católica aboga por el socialismo como doctrina social de la Iglesia y buscar un sistema más "ideal y humano", tal como lo proponen en el siglo XIX Chesterton y Tolkie (católicos romanos). Sin embargo, la panorámica de las ideas socialistas evidencian que este sistema económico ha desembocado en un fracaso para las naciones que lo adoptaron, en conjunto con bajos crecimientos de la economía, un Estado excesivamente benefactor, déficit fiscal, cinturones de pobreza que están encerrados en círculos viciosos con subsidios y medidas que poco abogan para solventarla.

Y para corroborar lo de España, veamos a América Latina comparada con Estados Unidos: muchos de los colonizadores ingleses eran puritanos que influyeron en el desarrollo de la economía y la política (la Constitución de ese país tiene sus raíces en este movimiento de la Reforma), mientras los españoles sólo se dedicaron a saquear los recursos de sus colonias mediante la opresión de indígenas y negros; eso sí se caracterizaron por su exhaustiva evangelización para convertir a los nativos al catolicismo romano. No hubo avances en ningún tipo para América Latina que estaba rezagada al mismo nivel que la Europa medieval en los tiempos de la independencia.

Mientras los países que heredaron la Reforma Protestante gozaron de prosperidad económica y un desarollo notable, los que siguieron con los parámetros de la Iglesia de Roma mantuvieron su statu quo y carecieron de un desarrollo sostenible en el tiempo. Sólo hay que mirar la historia para darnos cuenta de su impacto y la actualidad para evidenciar su legado: curiosamente, América Latina cumple con la tesis católica que se menciona anteriormente y los países europeos católicos, con la crisis financiera de la Unión Europea (los PIIGE: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia* y España).

Una anécdota suiza nos habla de un pueblo dividido entre católicos y protestantes, donde la mitad católica contaba con las calles más sucias, el comercio arruinado y las casas más feas; mientras la otra mitad protestante era todo lo contrario y el progreso sí que era notorio. Bueno, eso es precisamente lo que ha pasado y la historia actúa como una fuente imparcial para demostrar que los principios de la Reforma, por ende de la Biblia, traen prosperidad a los pueblos que las hacen partícipes en su nación.

*Grecia, la nación donde se inició la actual crisis, es ortodoxa y se considera como la religión oficial del Estado.

En la próxima entrega hablaremos del pensamiento de Juan Calvino, reformador contemporáneo a Lutero, en el desarrollo del capitalismo y su desvinculación con aquel que evoca un espíritu salvaje y opresor.

¿Tabúes sexuales evangélicos? (IV)


Como se indicó en la segunda entrega, los tabúes sexuales están presentes en la iglesia cristiana desde sus orígenes, desviándose así de las raíces bíblicas. Regresando un poco en la historia, la concepción platónica establece el dualismo entre el cuerpo y el alma que se comportan como supuestas realidad incompatibles; una dicotomía que la Biblia resuelve cuando el hombre se compone de tres partes unidas entre sí: cuerpo, alma y espíritu; así como Dios también se divide en tres (lo que se conoce como la Trinidad).

El platonismo influyó posteriormente en el gnosticismo, una desviación del cristianismo que consideraba el conocimiento como vía para la salvación, quitando la muerte de Cristo como la acción salvífica para la humanidad. Los grupos gnósticos del siglo primero también adoptaron los postulados de Platón: para ellos, la perdición y la maldad hacen parte de la materia (cuerpo), mientras que la salvación está adjunta a lo espiritual (alma); por lo que el conocimiento superior (gnosis) es el único camino para que el alma se salve.

El daño que hizo el gnosticismo en la iglesia de los tres primeros siglos perdura aún en nuestros días -incluyendo al sexo- ¿De qué manera? Si bien aquellos grupos desaparecieron con el pasar del tiempo, la iglesia moderna no logra esparcir las escaramuzas de ese dualismo: la literatura sólo ha gastado tinta en dos aspectos: el matrimonio y el peligro del sexo para los solteros.

Aunque estas cuestiones aparecen en la Biblia, muchas respuestas con respecto al sexo siguen siendo tímidas o apuntan a dejar vacíos en los temas, que extrínseca y/o literalmente, no aparecen en la Biblia: la masturbación, la pornografía, el noviazgo, los métodos anticonceptivos para mencionar los más importantes. Lo irónico es que quienes satanizan tales cosas, lo hacen sin mencionar ninguna base bíblica, una crítica sin fundamentos y una religiosidad sin introspección.

El problema se remite a la década de los sesenta, en pleno apogeo de la revolución juvenil y el cambio de valores de aquella época. Mientras la sociedad entraba al posmodernismo -con él, la liberalización del sexo- la iglesia evangélica se mantuvo en statu quo y asume una postura defensiva con respecto a los cambios que se enfrentaba el mundo. Generalmente, la tendencia fue a satanizar dichas cuestiones y no dar respuestas claras a la luz de las Escrituras.

Todo este ambiente ultraconservador genera que algunos cristianos adopten posturas liberales y empiezen a alejarse de la doctrina bíblica: el cristianismo evangélico se va a los extremos. Los liberales comienzan a decir que el requisito del sexo es el amor que une a la pareja, ya no importa si es antes del matrimonio; o es necesario que los jóvenes experimenten su sexualidad y tomen los patrones del mundo. Tanto de un lado como del otro, el precio que ha pagado la juventud ha sido caro y es necesario repensar el asunto, bajo las Escrituras y dar respuestas concretas a un mundo que tiene un sinfín de ellas para ofrecérselas.

Por otro lado, hay quienes compaginan que la super-espiritualidad inherente en el sexo borra de vista el erotismo -como nos lo muestra Cantar de los Cantares- y otros que idealizan el matrimonio como una meta en la que ninguna tentación sexual puede cruzarla. Sólo me imagino al apóstol Pablo en estos tiempos escuchando semejantes cosas, cuando él nunca dio a entender tal aseveración, pues han tomado, de manera simplista, las recomendaciones que hace a los solteros en Corinto.

Una importante conclusión nos la da Mike Dannyen en su tesis: "el erotismo y el placer suelen ser temas ausentes en los estudios bíblicos. Todavía menos frecuente es encontrar obras o estilos sobre aspectos estéticos", lo que se deriva en que "el lector de la Biblia no dispone de herramientas heurísticas adecuadas para construir un discurso sobre el erotismo y el placer sin comenzar por un a priori moral que marque sucesivamente los distintos niveles de lectura y elaboración teológica".

En esta misma línea, el pastor y teólogo español José de Segovia lanza el mismo veredicto donde la hermeneútica y la historia de la interpretación bíblica, han estado alejados de las alegorías que muestra el Cantar de los Cantares, eso sí en su expresión de erotismo puro. Sigue impregnando la visión maniquea del gnosticismo que considera carnales aquellas expresiones de deleite entre un hombre y una mujer: el placer sigue estigmatizado como pecado.

Para dar algunas pistas, el ombligo que se traduce en español, en el hebreo original hace referencia a los genitales de la mujer (algunos lo interpretan como la ley de Dios); y el verbo conocer está ligado directamente a las relaciones sexuales. Según este panorama, el sexo sigue representando un paradigma para muchos cristianos y aunque el libro de Cantares muestra lo excelso de la sexualidad humana, continúa siendo un territorio inexplorado (por qué no, hasta peligroso para algunos).

En síntesis, el sexo es parte de la humanidad como un regalo que Dios le entregó a Adán para su deleite, dentro del matrimonio. No debe ser un peligro para la juventud ni un estereotipo para los casados, basta con afrontarlo lejos del legalismo, la religiosidad y la sonrojez. La cura contra el morbo y lo pecaminoso es adentrarse en lo prohibido o lo "innombrable", es abordarlo como un medio de prevención contra las inmoralidades sexuales. Alguien decía que no hay libro más humano que la Biblia, y el Cantar de los Cantares no es la excepción.