Objetivo

El objetivo de este blog es compartir textos que puedan ser útiles en todas las ramas del conocimiento cristiano, sobre todo, aquellos que conciernen a nuestros tiempos y crear en la iglesia de Jesucristo, una educación acorde con el propósito de las Escrituras. Como creyentes, hemos sido llamados para dar razón de nuestra fe hacia quienes no conocen de Jesús y más que todo, quienes contienden contra ella. Por supuesto, la intención es prepararnos en el conocimiento de la Biblia para brindar respuestas concretas a los asuntos del siglo XXI, mediante artículos de interés con estilo académico que sean de edificación para sus vidas.

miércoles, 14 de julio de 2010

Biblia y realidad social (III)


Jesús y la pobreza: dimensión integral del evangelio


Como mencioné anteriormente, el evangelio que nos presenta el Nuevo Testamento también hace énfasis en la manera cómo los cristianos debemos impartir el ministerio del servicio en conjunto con el de la palabra, tal como lo efectuaron los apóstoles en la iglesia del siglo I . De lo contrario, el cristianismo que conocemos no brillaría con todo el esplendor de su integridad, mucho menos acorde con el mensaje de Jesucristo para la humanidad.

En efecto, la evangelización tiene varios componentes que permiten inmiscuirnos dentro de esa visión integral: compartir la Palabra, el pan y la vida. No es solamente decirle a los necesitados y los oprimidos que tienen una esperanza en Cristo Jesús, más allá de eso es imprencidible que,a través de él, puedan hallar la plenitud de su libertad y encontrar las riquezas que el Padre tiene preparado para sus hijos. El evangelio no puede ser presentado a medias como un suceso a futuro, sino como una convicción que promueve el cambio del ser humano en todas sus facetas, empezando desde el arrepentimiento hasta la perfección en la segunda venida de Cristo.

Quien más como el Maestro para enseñarnos los valores del Reino de los cielos y esa dimensión integral del evangelio. Desde su nacimiento siempre se mostró con los pobres: no fue recibido con bombos y trompetas como los reyes, no nació en una cuna de oro ni en un palacio con todos sus lujos; su lugar de nacimiento fue la pequeña y olvidada Belén de Efratá, en un pesebre que sería el epicentro para que el Mesías hiciera su aparición en el mundo.

Desde su infancia vivió en la pobreza como un ciudadano más de la insignificante Nazaret, en Judea. No se puede entonces decir que Jesús era un sujeto opulento que, con todo su ímpetu y privilegios del Hijo de Dios, desentendía del sufrimiento humano. Al contrario, se mostró como el sirviente de todos y compasivo con aquellos que no tenían esperanza alguna. Se puso en las sandalias de los otros, tomando la forma de siervo y dar a los demás, incluso si no tenía.

Por si fuera poco, al comienzo de su ministerio hizo público su compromiso de anunciar el evangelio ¿a quiénes? los pobres, los oprimidos, los quebrantados de espíritu. La esencia de su mensaje no era un reduccionismo hacia la palabra, sino hacia la praxis que cambia vidas enteras y en aras de dignificar al ser humano a través de él. Es más, afirmó que se hizo pobre para que nosotros fuesemos ricos y que nuestra alma fuera prosperada en todo.

Dicha consigna refleja que su preocupación por los pobres es un aspecto esencial de su mensaje, que no debía ser pasado por alto y que con su ejemplo estaba la llave para abrir las riquezas de su gloria. Jesús siempre estuvo en contra de todos aquellos que oprimían a los demás, que amontonaban riquezas para sí, que ponían como su dios al dinero sin importar la cantidad de personas que morían en la pobreza y teniendo a la avaricia como la religión de sus vidas.

Él mismo se dio cuenta que la pobreza existía porque este mundo injusto estaba llena de ladrones y opresores, cuyas acciones son una lacra para la dignidad de los seres humanos y el despilfarro de los recursos. La génesis de la pobreza y la desigualdad en la humanidad viene desde el corazón, poniendo como piedra angular a esa ambición y apatía que producen dureza con el prójimo, sin importar cual sea el medio para satisfacer sus deseos.

Y esta noción de un mundo injusto con ladrones y opresores se ilustra con la parábola del buen samaritano. Por un lado, tenemos a una religión apática que pasa de largo cuando alguien está tirado en su desgracia y otros que se hacen el de la vista gorda con el sufrimiento de los demás. Jesús también denuncia la hipocresía de aquellos que dicen ser sus discípulos cuando millones de personas en este mundo se hunden en la miseria, que no son capaces de ser una voz de denuncia contra las atrocidades que se cometen en nombre del progreso y el desarrollo.

No se equivoca el Maestro al decir que la riqueza que pocos acumulan en sus arcas va en detrimento del bienestar que muchos pobres (más de media humanidad) no pueden gozar; en pocas palabras, hay pobres porque en el mundo hay ladrones. Pero lo que más exacerba a Jesús es el descaro que quienes camuflan un supuesto espíritu de compasión con sus ansias de riquezas, tal como le pasó a Judas Iscariote con el perfume de alabastro, fino y costoso en esa época.

Judas Iscariote, dijo -supuestamente- que era mejor vender ese perfume a los pobres; a lo que Jesús le responde "a los pobres, siempre los tendrán con ustedes". Ahora ¿no estaría Jesús contradiciéndose cuando alega tal cosa? La respuesta se divide en dos frentes: uno, lo dice en el sentido donde él mismo denuncia la hipocresía y las mentiras de quienes disfrazan su ambición a través de la falsa compasión.

Y dos que se constituya como un descanso para la conciencia de aquellos, que díscolamente, buscan seguir robándole a los pobres. De hecho, Judas Iscariote era quien manejaba la bolsa de las monedas y no desaprovechaba la oportunidad de robar a los pobres. Lo mismo pasa en nuestros días con personas, instituciones y gobiernos prometiendo erradicar la pobreza, mientras siguen hurtando de la bolsa y jugando con la vida de los demás.

Inclusive, la propuesta del Iscariote es una imprudencia y algunos se preguntarán que si hubiera sido loable vender el perfume para darle las monedas a los pobres. El problema es que lo importante aquí es la intención de los corazones, pues es una impertinencia entremezclar esa falsa compasión para robarnos la bolsa y seguir llenándola con dinero. Eso era lo que hacían los religiosos de aquella época, quienes Jesús llamó sepulcros blanqueados y ladrones.

Por esa misma razón, el evangelio debe ser las buenas noticias para los pobres y el oído de Dios que nos llama para ser la voz de denuncia contra las injusticias que hay en el mundo contemporáneo. No basta con elaborar programas para la erradicación de la pobreza y sólo darle lisonjas a los necesitados, como si más de media humanidad valiera tres tiras o fuera un estorbo para los ricos. Para Jesús, debe ser una actitud del corazón que se reproduzca en la genuina preocupación por los demás y verlos como a esos pequeñitos.

Y esos pequeñitos son aquellos que este sistema oprime y los margina de vivir en mejores condiciones de vida. Jesús decía "si se lo hacen a uno de estos pequeñitos, me lo han hecho a mí", no pudiendo ser más claro porque de ellos es el reino de los cielos. Él preguntará el día final que si le hemos dado de comer, beber, vestir o lo visitamos en la cárcel ¿por qué? Cristo se personifica en la vida de los necesitados y a través de ellos podemos ver su padecimiento cuando estuvo en medio de ellos. No hay que esperar una voz de trompeta o una luz que llene nuestra habitación, pues lo encontramos también en quienes sufren y carecen de esperanza.

El mensaje de Jesucristo es incluyente con todos: los pobres, los que no tienen voz, los que no tienen derechos, los que no tienen un techo digno, los hambrientos, los huérfanos, las víctimas de la guerra, los que no poseen tierras para cultivar... pero quienes son recibidos, sin ninguna acepción, en el banquete celestial y quienes como cristianos, estamos llamados a atender y llevarles las buenas nuevas en su dimensión integral. Con Jesús, ellos tienen una oportunidad para demostrarle que de lo vil y menospreciado, Dios los escoge para avergonzar a los sabios y amonestar los que buscan riquezas a toda costa.

Esa es la otra esencia del evangelio: un mensaje sencillo, pero que a la vez se compromete con todo su ahínco para darle esperanza a los pobres y necesitados de este mundo; vocera para arremeter contra este sistema injusto que está lleno de ladrones y los ricos de todos los siglos, quienes amontonan riquezas sin saber su destino eterno. Pero también con ese cristianismo tibio que está mudo ante las penurias de millones de personas que padecen un sinnúmero de problemas, inclusive que afecta a mucho de sus hermanos en la fe.

Es la hora de comprender el evangelio en su plenitud, no decirle más a los pobres y oprimidos que disfrutarán de las riquezas celestiales cuando partan a la vida eterna, mientras ellos se hunden más en la miseria y la desesperanza. Eso es tibieza espiritual y muy lejos del ejemplo de Jesús para nosotros como cristianos. La misión es dura y no pinta fácil, pero poco a poco podemos dar el impacto que estremezca a este mundo con el evangelio; que los valores del Reino sean aplicados a esos pequeñitos, recordando que se lo estamos haciendo a nuestro Señor Jesucristo.

La próxima entrega compartiré un artículo sobre la migración y la globalización, desde la perspectiva cristiana, eso sí Dios mediante.

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